La lluvia cae cálidamente, llegó el verano y las ocupaciones apaciguan la ansiedad, en reflexión con el sí mismo.
La lluvia nutre las raíces del árbol que está por crecer, así sus ramas llegaran al cielo; el corazón ya anda, corre a prisa, sube hasta el cielo, busca magia donde no la hay, pero el cielo es grande, grande, y me viene bien lo grande, para explorar y esperienciar la vida, hacer del latir una experiencia significativa.
El sí mismo crece como el árbol, con raíces solidas y libertad en las ramas, la libertad como derecho divino, la libertad de ir más allá de las limitaciones de mi pasado. Vuelve el corazón a andar.